viernes, 28 de agosto de 2015

Usurpación

Fotografía Gabriela Romero
 «¡Ey!, acércate», escuchó decir. ¿Yo?, preguntó al tiempo que giraba en busca de algún transeúnte, pero la callejuela estaba desierta. «Sí, tú, acércate», contestó aquella voz tenue, encerrada, engañosa. «Acércate, acércate», repetía; mientras el joven intentaba descubrir, en las altas paredes, alguna silueta tras las ventanas. «Aquí, a tu izquierda» le indicó, y vio el ojo negro de la cerradura. «Sí, acércate». Aquí estoy, dijo apoyando sus labios. La voz le succionó el aliento, le vaporizó la sangre, le licuó la carne, lo capturó. Horrorizado, vio la sombra de la voz que con su alma se escurría por la cerradura. 

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